Jesús dijo a sus discípulos: “Así que en todo
traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”
(Mt 7.12 NVI). La mayoría de nosotros conocemos
este código de conducta como la “regla de oro”. En teoría, todos convendríamos
en que esta es una buena base para unas relaciones excelentes, pero es difícil
vivir a la altura de la norma. Si hacemos una lista de las maneras como
esperamos ser tratados y la comparamos con nuestra conducta, es probable que no
quedemos bien.
Por supuesto, es fácil amar a quienes nos tratan
bien. Pero, ¿cómo reaccionamos cuando nos hieren? La verdad es que Jesús quiere
que amemos a los demás todo el tiempo, no solo cuando se hacen querer. No
importa la actitud de esas personas hacia nosotros, tenemos que pensar en las
cualidades relacionales que valoramos, como son lealtad, confianza, perdón y
aceptación; y que todas ellas fluyan hacia las demás personas.
Lamentablemente, nuestra sociedad engendra orgullo,
egoísmo y codicia, que son los enemigos de lo que Jesús mandó. Pero si amamos a
los demás como lo ordena nuestro Señor, las relaciones pueden profundizarse y
florecer.
Tratar a los demás con esta clase de amor no es
natural ni fácil, especialmente si las personas son poco amables. En realidad,
amar como Jesús mandó, es imposible por nosotros mismos. Pero si tenemos fe en
Cristo como Salvador, el Espíritu Santo nos dará el poder para vivir su vida en
nosotros (Gá 2.20).
Saque tiempo para hacer una lista
de las maneras como espera ser tratado, y hágase después la pregunta: ¿Es así
como yo trato a los demás? Pídale a Dios que le indique el ámbito en donde Él
le ayudará a aplicar la regla de oro.
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