¿Comenzamos otra vez a
recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas
de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros? 2 Nuestras
cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por
todos los hombres; 3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por
nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en
tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. 4 Y tal confianza
tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros
mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene
de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto,
no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu
vivifica. 2 Corintios 3.1-6
Pablo nunca afirmó que era capaz de lograr todo lo
que Dios lo llamó a hacer. Simplemente aprendió a mirar más allá de su propia
incompetencia, a la competencia de Cristo. Si adoptamos la misma práctica,
podremos descubrir las bendiciones ocultas en nuestras experiencias de
incompetencia.
Nuestra
insuficiencia nos lleva a Dios. Cuando nos damos cuenta de que una
situación es más grande de lo que podemos manejar, nos apresuramos a abrir la
Biblia y orar en busca de orientación y poder.
La
incompetencia nos libera de la carga de tener que luchar con nuestras propias
fuerzas. El Señor nos tiene justo donde nos quiere, sin nada que podamos
ofrecer.
La
incompetencia lleva a la dependencia del poder divino. Nunca seremos
competentes hasta que recurramos al poder del Espíritu Santo. Él hace en
nosotros y a través nuestro lo que Dios nunca quiso que hiciéramos con nuestras
propias fuerzas.
Al utilizar
personas poco capaces, Dios demuestra cuán grandes cosas puede hacer. El
Señor se deleita escogiendo a personas que no prometen nada, para realizar sus
propósitos. No hay límite a lo que Él puede hacer por medio de alguien
dispuesto a darle el control total.
El
sentimiento de incompetencia desafía nuestra fe. Pablo dice: “Nuestra
competencia proviene de Dios” (2 Co 3.5). Quienes se enfocan en la fiabilidad
de esta promesa y dan un paso de obediencia, crecerán en la fe.
¿Por qué sufrir el temor, la presión y la
frustración que acompañan los sentimientos de insuficiencia, cuando hay una
alternativa? Deje que el Señor le haga competente: confíe en Él, y permítale
vivir en y a través de usted.
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