Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4.19
Aunque Dios ha prometido suplir todas nuestras necesidades, a veces
esto tarda en llegar. ¿Cuál podría ser el problema? Quizás seamos nosotros
mismos.
Cuando nuestro Padre celestial no cumple con nuestras expectativas,
por lo general, buscamos causas externas. Pero, aunque el amor del Señor es
incondicional, muchas de sus promesas no lo son. Por ejemplo, Filipenses 4.19
es una “promesa familiar”; lo que significa que solo puede ser recibida por
quienes llaman con derecho “mi Dios” al Soberano del universo. Sus ilimitados
recursos no están disponibles para las personas que rechazan la salvación en
Cristo. Además, cuando leemos con detenimiento la Biblia, vemos que el Señor
hace de nuestra obediencia una condición para satisfacer nuestras necesidades
(Sal 81.10-12). No excusará el pecado, bendiciéndonos mientras estemos en
rebeldía contra Él.
Piense en usted como parte de un ejército en guerra. Una prioridad
militar es mantener abierta la línea de suministro; la victoria será imposible
si los soldados están desarmados, y con frío y hambre. Nuestra desobediencia
permite que Satanás corte nuestra línea de suministro del Señor. Restaurar esta
conexión es un asunto de arrepentimiento. A quienes andan en los caminos del
Señor, Él los protege, suple sus necesidades y los sacia (Sal 81.13-16).
Sacar una promesa de su contexto bíblico es peligroso. Y esperar que
Dios cumpla una promesa condicional cuando no se están cumpliendo sus
requisitos es aun más insensato. El Señor cumple su palabra, pero espera con
razón que hagamos nuestra parte. Felizmente, su yugo es ligero: amar, honrarlo
y obedecerlo.
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