Podemos pensar que nuestra teología y nuestra actitud sobre el Señor se revelan por lo que decimos creer. Pero cuando nuestras oraciones no son respondidas y las circunstancias no cambian, la manera en que esperamos dice mucho sobre lo que creemos en realidad.
Job
era un hombre que temía a Dios, que soportó la pérdida de sus hijos,
de su salud y de sus bienes. Sin embargo, se mantuvo fiel
al Señor durante todas las tribulaciones, a pesar de su apremiante
necesidad de saber la causa de su aflicción. En medio de su sufrimiento,
Job clamó: “¡Quién me diera que mi petición se cumpliera, que Dios me
concediera mi anhelo!” Job 6.8. Cada día estaba lleno de un dolor implacable, pero su consuelo
y su alegría eran que “no [había] negado las palabras del Santo” Job 6.10 .
El
mundo que nos rodea juzga a Dios como injusto, indiferente o maligno, pero este
nunca debería ser nuestro caso. Cuando el Señor guarda silencio en nuestros
momentos de adversidad o confusión, debemos acudir a su Palabra para
descubrir lo que ella dice sobre su manera de ser y sus caminos.
Aun cuando lo que sentimos nos parezca aplastante y nuestra fe comience a
flaquear, podemos mantenernos firmes en la verdad de las Sagradas Escrituras.
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