14 Por esta causa doblo mis
rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre
toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las
riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por
su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin
de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo
conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel
que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria
en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los
siglos. Amén. Efesios 3.14-21
Bertha Smith, una misionera sirviendo en la China,
me dijo una vez unas de las palabras más desalentadoras que yo haya escuchado:
“Charles, quiero decirte que no podrás ser mejor de lo que fuiste, de lo que
eres ahora y de lo que podrás ser”.
Yo había crecido creyendo una mentira: que los
creyentes tenían que fatigarse tratando de hacer todo bien todo el tiempo. Por
fortuna, Bertha no había terminado. “Dios nunca tuvo la intención de que fueras
mejor, porque tú no puedes cambiar tu condición humana”, dijo. “Pero el
Espíritu Santo, que vive en ti, te permitirá ser mejor”.
Ella tenía razón. Mi carne no ha cambiado una
pizca. Pero el Espíritu Santo libera su poder sobrenatural en mi vida, y me
encuentro más allá de lo que es inherente a mi propia naturaleza humana. Y es
por esa razón que el Señor habita en toda persona que le obedece.
Aunque las obras del Espíritu Santo son numerosas,
cuatro de ellas son básicas para la vida de fe: 1) El Espíritu ilumina la mente
para que los creyentes entiendan las cosas de Dios. 2) Dinamiza los cuerpos
físicos para que sirvan al Señor. 3) Capacita su voluntad para seguir haciendo
lo correcto. 4) Vivifica sus emociones para sentir y expresar el fruto del
Espíritu (Gá 5.22, 23).
Bertha Smith me enseñó una verdad importante: la
carne es insuficiente. Solo el Espíritu Santo que vive en nosotros tiene el
poder y la sabiduría para que podamos vivir en victoria. Es por eso que Dios
nos lo dio. Por el Espíritu cosechamos todos los beneficios de una vida recta y
consagrada a Cristo.
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