La mente reprobada

21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. 28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. Romanos 1.21-32 


Dios se ha revelado a la humanidad, y ha dado todo lo necesario para tener una relación con Él. Sin embargo, muchos rechazan tontamente su ofrecimiento.

Al elegir vivir sin Dios, la persona cae en una espiral descendente de pecado, y de una percepción errada de la verdad que es evidente por todas partes. Cuando la ignorancia vence la capacidad del entendimiento inteligente, se tiene un corazón cada vez más oscurecido. La persona ansía tener algo que llene su vacío, pero no es capaz de reconocer que solo el Señor puede satisfacer su anhelo.

Deseando llenar su vacío espiritual, la persona buscará un ídolo al cual adorar. No será una estatua de madera o de oro, sino algo sobre lo cual centrará sus afectos. “Ídolos” son las cosas que ocupan el fervor, el tiempo y la energía de la persona; en el mundo de hoy toman a menudo la forma de dinero, prestigio y relaciones. El “adorador” comienza a abandonarse a los placeres y deseos terrenales. Pero nada puede satisfacer el vacío. Al final, como muestra claramente Romanos 1.28, el Señor lo entregará a una mente reprobada, una mente incapaz de discernir el bien.

Recordemos que el Padre celestial desea relacionarse con nosotros. Hasta dio a su Hijo para hacer esto posible. Es el hombre quien lo rechaza, y comienza así el camino hacia la incredulidad y la soledad.

Mire a su alrededor; observe la abundante evidencia que apunta hacia un Dios santo y amoroso que desea ser nuestro amigo. No rehúse su invitación; las consecuencias del rechazo son demasiado peligrosas, pero los beneficios de aceptarlo no son comparables con nada que usted pueda imaginar (Ef 3.20).

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