Porque a mis ojos fuiste de gran estima… (v. 4).
De niño, el padre de Ming era duro y distante con él. Incluso cuando Ming se enfermaba y tenía que ver al pediatra, se quejaba y decía que eso era un problema. Una vez, Ming oyó una discusión y se enteró de que el padre había querido que lo abortaran. El sentimiento de ser indeseado lo persiguió hasta la adultez. Cuando aceptó a Jesús como Salvador, le resultaba difícil relacionarse con Dios como Padre, aunque lo conocía como Señor de su vida.
Si, como Ming, no nos hemos sentido amados por nuestros padres terrenales, tal vez enfrentemos dudas similares y pensemos: ¿Soy una carga para Él? ¿Le intereso? Pero aunque nuestros padres hayan sido callados y distantes, Dios, nuestro Padre celestial, se acerca y dice: «Yo te amo» (Isaías 43:4 RVC).
En Isaías 43, Dios habla como nuestro Creador y Padre. Si te preguntas si Él quiere que vivas bajo su cuidado, oye lo que le dijo a su pueblo: «trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra» (v. 6). Y si dudas de que seas valioso para Él, escucha su afirmación: «Porque a mis ojos fuiste de gran estima» (v. 4).
Dios nos ama tanto que envió a su Hijo a pagar la pena de nuestro pecado para que los que creemos en Él podamos estar a su lado para siempre (Juan 3:16). Podemos estar totalmente seguros de que nos ama.
De: Jasmine Goh
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