Bueno me es haber sido
humillado, Para que aprenda tus estatutos. Salmo
119.71
Tal vez usted ha visto un programa de televisión en
el que una persona distraída está a punto de ponerse al frente de un vehículo
en marcha. De repente, otra persona corre hacia ella, y la sujeta fuertemente
para evitar una catástrofe. Atónita e indignada, la casi víctima se irrita y se
dispone a pegarle a su salvador; es decir, hasta que se da cuenta de que acaba
de ser salvada de algo terrible. Lo que al principio parecía malo, resultó ser
muy bueno.
Las tormentas en nuestra vida pueden, a veces, tener
un propósito semejante. Es fácil estar tan atrapados en la rutina diaria, o
preocupados por perseguir una meta, que no nos damos cuenta del bien que el
Señor tiene en mente. Cuando estamos enfocados en nuestros deseos, también nos
hacemos más vulnerables a tomar decisiones que no concuerdan con su Palabra.
Puesto que Él quiere lo mejor para sus hijos,
nuestro Padre celestial hará todo lo que sea necesario para ponernos en una
posición que nos permita recibir su bendición. Ahí es cuando de repente nos encontramos
en medio de una tormenta; la vida estuvo antes soleada y resplandeciente, pero
ahora nos enfrentamos a la turbulencia o incluso al dolor. Esos reveses pueden
tomarnos desprevenidos, y hacer que nos preguntemos, ¿Por qué permite Dios que
me suceda esto?
Aunque el Señor permite, a veces, tormentas en
forma de problemas y dificultades, su propósito nunca es hacernos daño. Si
usted está pasando por una prueba difícil en este momento, Dios puede estar
tratando de dirigir su atención hacia Él. Es posible que esté trastornando los
planes que usted tiene para poder llevar a cabo los de Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario