… las ovejas le siguen, porque conocen su voz (v. 4).
Cuando era un niño y vivía en una granja en Tennessee, pasaba unas tardes maravillosas con mi mejor amigo. Caminábamos por el bosque, montábamos ponis, íbamos a rodeos y nos metíamos en los establos para ver cómo domaban caballos.
Pero cuando oía el silbido de mi papá —ese sonido claro que atravesaba el viento y todo otro ruido—, dejaba de inmediato lo que estaba haciendo y volvía a casa. La señal era inconfundible; sabía que mi padre me estaba llamando. Décadas después, todavía puedo reconocer ese silbido.
Jesús les dijo a sus discípulos que Él era el pastor y que sus seguidores eran las ovejas: «las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca» (Juan 10:3). En una época en que varios líderes y maestros buscaban imponer su autoridad y confundir a los discípulos de Cristo, Él declaró que su voz amorosa aún podía oírse con claridad, muy distinta a todas las otras: «las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (v. 4).
Tengamos cuidado cuando escuchamos la voz de Jesús, y no la descartemos insensatamente, porque la verdad fundamental permanece: el Pastor habla claramente y sus ovejas oyen su voz. Quizá mediante un versículo bíblico, las palabras de un amigo creyente o el impulso del Espíritu, Jesús habla y nosotros oímos.
De: Winn Collier
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