Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros del nombre del Señor nuestro Dios tendremos memoria (v. 7).
Necesitaba urgentemente dos medicamentos. Uno para las alergias de mi mamá y otro para el eczema de mi sobrina. El malestar de ambas estaba empeorando, pero el medicamento ya no estaba disponible en las farmacias. Desesperada, oré una y otra vez: Señor, por favor, ayúdalas.Semanas después, el estado de ambas se volvió más soportable. Dios parecía estar diciendo: «Hay veces cuando uso medicamentos para sanar, pero estos no tienen la última palabra; yo sí. No pongas tu confianza en ellos, sino en mí».
En el Salmo 20, el rey David halló consuelo en la confiabilidad de Dios. Los israelitas tenían un ejército poderoso, pero sabían que su mayor fortaleza venía «del nombre del Señor» (v. 7). Colocaron su confianza en quién es Él, en su carácter inmutable y en sus promesas que no fallan. Se aferraron a la verdad de que Él, que es soberano y poderoso siempre, oiría sus oraciones y los liberaría de sus enemigos (v. 6).
Si bien Dios puede usar los recursos de este mundo para ayudarnos, en definitiva, la victoria viene de Él. Ya sea que nos dé una solución o la gracia para soportar, podemos confiar en que será para nosotros todo lo que dice que es. Los problemas no tienen que abrumarnos; podemos enfrentarlos con su esperanza y paz.
De: Karen Huang
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